Investigación: El carácter fetichista de la juventud


Foto: Rebelde, Miguel Hortolano Villarejo

El carácter fetichista de la juventud


Por Ana Miranda, 
coordinadora del Programa de Juventud, y Analía Otero, investigadora principal del mismo Programa.

La vocación por mostrar o hacer evidentes los modos que cobran las relaciones humanas y los vínculos de poder forma parte del hacer cotidiano de las ciencias sociales. Sobre todo de aquellos que –a través del trabajo científico- promovemos una mirada crítica de la sociedad que nos toca vivir. Los estudios de juventud desarrollados -desde esta perspectiva- proponen que la juventud es una etapa dentro del ciclo vital de las personas, y centran su atención en las relaciones y las estructuras sociales que hacen posible que este período vital este disponible (o no) en distintas circunstancias y momentos históricos. En este sentido, es interesante advertir que los planteos sobre el carácter eminentemente social de la organización del ciclo vital y su relación con las estructuras vigentes se discuten ya en la sociología clásica y siguen siendo fuente de debate e investigación.

La definición de los tiempos biográficos hegemónicos en cada sociedad y momento histórico posee determinantes de orden social, económico y cultural. No en todas las sociedades, ni en todos los tiempos ser niño, joven, o adulto tiene las mismas implicancias. No las tiene en términos de actividades y estructuras, ni tampoco en relación su alcance. A modo de ejemplo, –los estudios frecuentemente recuerdan que- en las sociedades occidentales y sobre principios de ciclo veinte eran jóvenes solamente los hombres provenientes de grupos de privilegio, mientras que los demás y todas las mujeres pasaban de la condición de niños/as a la de adultos/as en un período breve. Es decir, eran jóvenes por poco tiempo (en términos contemporáneos) y eran pocos jóvenes (en relación al número total de personas en el grupo de edad).

Continuando con el (mini) relato histórico, en las sociedades occidentales fue a partir de mediados del siglo veinte cuando la juventud comenzó a estar disponible para grupos sociales más amplios. Desde entonces y especialmente a partir de los años cincuenta, la expansión del sistema educativo (sobre todo el nivel secundario) fue uno de los hechos centrales en la estructuración de las actividades que permitieron la expansión de la juventud a grupos sociales más amplios. También lo fue la aparición de un conjunto de bienes novedosos diseñados en forma particular para el consumo juvenil. Entre los más clásicos: el blue jean y la música rock, y films como Rebelde sin causa. En el plano teórico, las nuevas pautas de consumo y la diferenciación de los valores juveniles (respecto del mundo adulto) son planteadas por J. Coleman quien analiza la expansión de las culturas juveniles entre todos los estudiantes secundarios (Coleman J. 2008).

Luego, a lo largo de los años sesenta y sobre todo a finales de aquella década cobra presencia un fenómeno de lo más significativo para los estudios de juventud, vinculado al surgimiento de un colectivo social que participa masivamente en la escena pública desde la apelación de la juventud. Más aún, de la juventud como una categoría social emancipadora. En palabras de C. Feixas: una nueva clase revolucionaria (Feixas C., 2006: 10). De hecho, las movilizaciones juveniles de fines de los sesenta y principios de los setenta fueron sumamente influyentes, e imprimieron a la categoría un conjunto de rasgos que simbólicamente continúan aún vigentes en las sociedades occidentales. Es sobre estas vivencias que la juventud comienza a ser considerada enfáticamente como sinónimo de libertad, revolución (cambio), música rock, participación política, etc. Construyéndose el mito de la juventud blanca o redentora (Braslavsky C, 1986).

Esta por demás decir que, las décadas posteriores fueron el escenario de grandes cambios sociales, los cuales tuvieron un amplio impacto en las actividades que –como se ha señalado- sostienen a la juventud. La globalización, la modificación de la organización productiva, las vulnerabilidades, las nuevas percepciones temporales, en paralelo con el incremento de la expectativa de vida y la aún mayor extensión del sistema educativo fueron el marco donde la juventud se ha hecho más extensa en términos temporales y diversificada en relación a las actividades.

En este contexto surge un proceso novedoso que -durante los años noventa- fue denominado como de juvenilización de la sociedad, en referencia al culto a la apariencia y al estilo de vida que –supuestamente- se corresponde con el período juvenil (no con la juventud blanca, sino con la juventud divertida). Y con ello la proliferación de la industria de la estética profesional y la ampliación de ofertas de esparcimiento y consumo cultural. Un consumo que -si bien estaba vigente desde los años cincuenta- alcanza nuevas dimensiones a partir de los cambios tecnológicos en las comunicaciones y la globalización.

Encontramos aquí, una primera aproximación al título de estas reflexiones: el fenómeno de la fechitización de la juventud. La fechitización en el sentido (literal) de adoración o veneración de una estética y un cierto modo de vida de la juventud contemporánea. Una idea de estética y modo de vida que se convierte en un simulacro de la juventud (no tiene nada que ver con la forma en que viven los jóvenes), y que es explotado por distintas industrias de bienes y servicios. Desde este fetiche ser joven significa ser delgado, divertido, vestir des-arreglado, salir todos los fines de semana, consumir ciertas bebidas, entre otros.

Por estos años y concomitantemente con la adoración de la juventud, fueron surgiendo también detractores y analistas (ahora sí) de los jóvenes (concretos). Entre los detractores se destacan aquellos que sentados en la vereda de las buenas costumbres y la moral proponen que ciertas conductas o hábitos de los jóvenes socavan la base misma de la sociedad. Y, si bien no son nuevas las posiciones de crítica a la conducta juvenil, lo llamativo de esta etapa está relacionado con lo que se ha denominado “dinámicas de pánico moral”. Es el caso, por ejemplo, de la problemáticas asociadas a la denominada violencia juvenil o a las salidas nocturnas.

En otra posición encontramos a los analistas, quienes describen y explican qué hacen los jóvenes, cuántas horas miran TV, cómo se comportan en los ámbitos laborales (generación Y), cómo son interpelados por la lógica del consumo y qué consumos culturales son frecuentes, o cuántos no estudian ni trabajan (ni-ni) entre otros temas presentes en el debate en medios públicos. Generalmente estas reflexiones se presentan a partir de estudios descriptivos de la juventud o de las juventudes , como si las características que se analizan tuvieran que ver con una evolución particular de este grupo, como mera “exterioridad” de las relaciones sociales y vínculos de poder donde esas conductas se manifiestan.

Frente a estas tendencias, consideramos que los estudios de juventud no pueden agotarse en descripciones o exploraciones de los rasgos comunes o comportamientos juveniles. Ya que aquellas investigaciones que abordan lo juvenil desde la mera exterioridad permanecen ancladas en el carácter aparente: el carácter fetichista de la juventud. Quedando aisladas del contexto social, político y cultural de su producción, soslayando la esencia misma de los vínculos de poder que la sostienen, y que marcan las tendencias a la reproducción o el cambio social.

A contrapelo de esta tendencia, sostenemos que la agenda política y la postura epistemológica de los estudios de juventud deben expresar el sentido relacional de las posiciones que ocupan los distintos actores sociales en la dinámica que anima la estructura social. Y que a estas alturas del desarrollo del campo, es posible superar las barreras del retrato simple, dando el debate sobre la relaciones de explotación, dominación o sojuzgamiento que enfrentan cotidianamente jóvenes de nuestro tiempo. De modo de aportar al debate sobre la desigualdad, la justicia y la mejora de las condiciones de vida del conjunto de la población en las sociedades contemporáneas.

Bibliografía citada

Coleman J. (2008): “La sociedad adolescente”. Teorías sobre la juventud. Las miradas de los clásicos. G. M. y. S. r. Z. M. H. Pérez Islas J A. Mexico DF, UNAM - Porrúa.

Faur E. y Chaves M. (2006): Investigaciones sobre juventudes en Argentina: estado del arte en ciencias sociales. IDAES/DINAJU. Buenos Aires.

Feixa C. (2006): “Generación XX. Teorías sobre la juventud en la era contemporánea”. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud. Vol. 4 Nº2. Universidad de Manizales. Colombia.

Maffesoli M.(2004): El tiempo de las Tribus. Editorial Siglo XXI. México.

Migues D. (2010): “Las dinámicas de un pánico moral: hechos y percepciones en la construcción de la violencia escolar". En Revista Argentina de Estudios de Juventud Nº 2. Facultad de Periodismo y Comunicación Social – UNLP. Disponible en : http://perio.unlp.edu.ar/revistadejuventud/?q=node/42

Perez Islas J.A., M. Valdez González y M. H. Suarez Zozaya Coord. (2008) Teorías sobre la juventud: las miradas de los clásicos. UNAM – Miguel Angel Porrúa. México.

Ortiz R. (1997). Mundialización y cultura. Buenos Aires, Editorial Alianza.

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